Breve afirmación de fe de la Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP)

Como herederos/as de la tradición reformada, bíblica y teológica, arraigada en el ímpetu liberador del Evangelio de Jesucristo (Juan 8.36) nos presentamos como una comunión de iglesias y comunidades dispuestas a dar un firme testimonio del mismo, en cualquier lugar y circunstancia.

1.1 Afirmamos la convicción* de que Dios se ha revelado como padre y madre en la historia (Mateo 7.11; 23.37)1 y que en ese carácter ha manifestado su soberanía, amor, justicia y bondad para hacer sentir en toda la creación su presencia bienhechora sin distinciones de ningún tipo (Amós 9.9), la cual debe enfrentar, aquí y ahora, los obstáculos humanos y estructurales para su adecuada comprensión y aceptación.

1.2 Por lo cual, expresamos que el amor divino nos apremia para reflejarlo en nuestras comunidades de fe (2 Corintios 5.14-15), las cuales, desde su pequeñez y finitud (Mateo 25.31-46), asumen responsablemente dicha tarea con la confianza que les producen las promesas divinas sobre su cercanía y acompañamiento.2 Con ello manifestamos la abierta predilección de Dios por la niñez como símbolo y realidad de su Reino.

1.3 Y subrayamos el compromiso por encaminar continuamente nuestras acciones en el sentido de que sean resultado de un discernimiento profético de los tiempos presentes y futuros, a fin de situarnos ante los desafíos a que tales esfuerzos nos conduzcan.

2.1 Afirmamos la convicción de que en Jesucristo, el hijo de María, la creyente, y de Sofía, la sabiduría (Proverbios 8), ese Dios de los migrantes Abraham, Sara y Agar (Génesis 21.8-21),3 representantes y compañeros/as en el pacto bíblico, se manifestó plenamente con el propósito de conseguir que la vida de todos los seres sea digna y completa (Juan 10.10), con todos los beneficios obtenidos por esa vida de testimonio auténtico que lo condujo a una muerte ignominiosa en la cruz, perpetrada por el poderes establecidos (Colosenses 2.13-15), pero que gracias a la resurrección ha sido capaz de renovar la esperanza y la acción de su pueblo en el mundo.

2.2 Por lo cual, expresamos que su presencia es una realidad en medio de las contradicciones del mundo y en su iglesia como parte del proyecto histórico y escatológico de realizar su Reino como espacio de inclusión, de gracia absoluta, paz y justicia, con pleno respeto y promoción de los derechos humanos como un valor ético ineludible para nuestra fe, sin discriminación de ningún tipo (Hechos 10.35, PDT; Romanos 2.11, TLA; Gálatas 3.28, RVR60).

2.3 Y subrayamos el compromiso por unirnos vivamente a la actuación divina en todas las esferas que estén a nuestro alcance como la tarea central a la que somos llamados/as y convencidos por la fe en Jesucristo como Señor y Salvador de nuestra existencia. Por lo tanto, dialogaremos con la ciencia en sus diversas formas y aportaciones como parte de la vocación cristiana de “examinarlo todo y retener lo bueno” (I Tesalonicenses 5.21).4

3.1 Afirmamos la convicción de que el Espíritu de Dios es el que, con base en las promesas del Jesús Resucitado, nos bautiza, sella y enseña (Juan 14.26; Efesios 1.13-14), conduce el destino de su Iglesia en el mundo (Apocalipsis 2-3) y despierta las mentes y corazones de las personas, organismos e instituciones para sumarse al proyecto de transformación radical de las estructuras humanas corruptas e injustas.

3.2 Por lo cual, expresamos que ese mismo Espíritu nos desafía, al interior de su Iglesia, a que juntos, hombres y mujeres de todas las edades, condiciones y culturas, como parte de un sacerdocio compartido, a aplicar sus dones al servicio, donde quiera que éste sea requerido, y a acompañar solidariamente las causas humanas justas y transformadoras de la realidad marcada por la violencia, la injusticia y la muerte, a fin de establecer la paz con justicia en este mundo mediante prácticas de no violencia activa. Estaremos siempre dispuestos a dialogar y cooperar con todas las confesiones, tradiciones y movimientos cristianos.

3.3 Y subrayamos el compromiso por generar estilos de vida derivados del trabajo del Espíritu en nuestro mundo y así hacer visibles sus beneficios en el cuidado de la creación, llamada a la renovación continua, mientras esperamos su redención final (Salmo 103.29-30; Romanos 8.19-23). Por todo lo anterior, afirmamos que los principios emanados de esta declaración de fe inspirarán y normarán nuestra militancia como parte de la Iglesia de Jesucristo dispersa y presente en todas sus manifestaciones.

Rechazamos la falsa doctrina según la cual pareciera que hubiese áreas de nuestra vida en las cuales no perteneciéramos a Jesucristo, sino a otros señores; áreas en las cuales no necesitaríamos justificación y santificación por medio de él.

Declaración teológica de Barmen (8.15), Iglesia Confesante Alemana, 1934.5

…para que todos reconozcan
que Jesucristo es el Señor
y den gloria a Dios el Padre.

FILIPENSES 2.11, TLA

México, D.F., 25 de octubre de 2015

* Las traducciones a lenguas originarias adaptarán esta expresión al contexto cultural específico.
1 Cf. Sallie McFague, “Dios como madre”, en Modelos de Dios. Teología para una era ecológica y nuclear. [1987] Trad. de A. López y M. Tabuyo. Santander, Sal Terrae, 1994 (Presencia teológica, 76), pp. 163-208; Elisabeth Moltmann-Wendel, “Dios-Padre” y Jürgen Moltmann, “Dios-Madre”, en Hablar de Dios como mujer y como hombre. [1991] Madrid, PPC, 1994, pp. 11-20 y 21-27, respectivamente.
2 Véase Paul Tillich, El eterno presente. Perfil espiritual del hombre. [1963] México, Diana, 1978, pp. 124-125: “Los profetas nos dan la respuesta: las naciones se salvan cuando existe una pequeña minoría, un grupo de gente que representa lo que la nación debe ser. Ellos pueden ser vencidos, pero su espíritu constituirá un poder de resistencia en contra de los espíritus malignos perjudiciales para la nación. La cuestión de un poder salvador dentro de una nación depende de que exista una minoría, aunque sea muy pequeña, que resista la angustia producida por la propaganda, que se oponga a la conformidad forzada por la amenaza y al odio estimulado por la ignorancia”.
3 Cf. Elsa Tamez, “La mujer que complicó la historia de la salvación: el relato de Agar leído desde América Latina”, en Vida y Pensamiento, San José, vol. 3, núm. 1-2, 1983, pp. 19-30.
4 Cf. Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, I, v, 2; y II, ii, 14 y ss. “Cuanto produce la inteligencia proviene de las gracias recibidas por la naturaleza humana. […] Si reconocemos al Espíritu de Dios por única fuente y manantial de la verdad, no desecharemos ni menospreciaremos la verdad donde quiera que la halláremos; a no ser que queramos hacer una injuria al Espíritu de Dios, porque los dones del Espíritu no pueden ser menospreciados sin que Él mismo sea menospreciado y rebajado” (II, ii, 15).
5 Libro de Confesiones de la Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos (PCUSA), 2004, p. 249,
www.pcusa.org/site_media/media/uploads/curriculum/pdf/confessions-spanish.pdf